Con la edición de EADDA9223, disco de reversiones de su álbum más exitoso, proyectos de cine y literatura, viajes, familia y reconocimientos varios, transita uno de los momentos más certeros de su carrera. “Nada de lo que hice cuelga medallas”, asegura.
Es un día cualquiera en un incipiente invierno porteño. El estudio de grabación donde sucederá el encuentro no se parece tanto a una sala de espera sino a una de preembarque, cuando el vuelo está cerca y sólo resta el anuncio por altavoz de un avión próximo a despegar.
A pocos minutos de la hora acordada, con una breve melodía tocada al piano ubicado en el pasillo que oficia de antesala, Fito Páez sigue su instinto y da la bienvenida al viaje. Hace mucho que no habla con un medio gráfico, y eso que tuvo noticias de sobra para compartir.
Saluda, se sienta en un sillón que parece ya reclinado cuando aún no se carreteó la pista, y opta por el cambio a una silla tradicional, que lo ubica más erguido. Un comentario de actualidad sobre un artista que él admira y recientes declaraciones acerca de su estilo, lo toma desprevenido y lo entusiasma a empezar una entrevista donde reflexionará sobre su obra, su vida familiar, pero, sobre todo, acerca de las decisiones que forjaron y seguirán trazando su destino.